Atención psicológica profesional en Ecuador & online - presencial, a domicilio y virtual
Psicólogo clínico, colegiado en Ecuador, con más de 10 años de experiencia profesional en la atención y acompañamiento emocional.
Brindo servicios en modalidad presencial (Pedernales, Manabí y alrededores), a domicilio y virtual por videollamada. Mi enfoque está en el bienestar mental, autoestima, manejo del estrés y el desarrollo personal.
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La autoestima: La autoestima: pilar esencial del bienestar psicológico Por Geovanny Martínez Rincón, Psicólogo Clínico La autoestima es uno de los pilares fundamentales del bienestar emocional y psicológico. En mi experiencia profesional he comprobado que muchas de las dificultades que enfrentan las personas —como la inseguridad, la ansiedad, la culpa o las relaciones conflictivas— tienen su raíz en una autoestima frágil o dañada. Comprender y fortalecer este aspecto interno es esencial para construir una vida equilibrada, plena y saludable. La autoestima puede entenderse como la valoración que una persona hace de sí misma, basada en sus pensamientos, emociones y experiencias. Incluye tanto la autoimagen (cómo me percibo) como la autoaceptación (cómo me trato). Una autoestima sana no significa sentirse superior o perfecto, sino reconocer el propio valor incluso con las imperfecciones, errores y limitaciones que forman parte de ser humano. Cuando la autoestima es baja, la persona tiende a depender excesivamente de la aprobación externa, a compararse constantemente y a sentirse insuficiente, lo que deteriora su bienestar y sus vínculos sociales. El desarrollo de la autoestima está influido por diversos factores: las experiencias tempranas de vida, los mensajes internalizados, los logros y fracasos personales, las relaciones actuales y el contexto cultural. Las experiencias de infancia, en especial la validación o crítica de los cuidadores, dejan huellas profundas. Si un niño crece escuchando que no es suficiente o que solo vale cuando cumple expectativas ajenas, es probable que de adulto su autoestima dependa de la aceptación de los demás. A su vez, los mensajes sociales sobre el éxito, la apariencia o el “deber ser” generan modelos inalcanzables que fomentan la frustración y la autocrítica. Una autoestima equilibrada permite establecer límites sanos, mantener relaciones basadas en el respeto mutuo, asumir retos con confianza y afrontar los errores sin caer en la autodestrucción emocional. Por el contrario, una autoestima deteriorada puede llevar a la persona a aceptar relaciones dañinas, adoptar roles pasivos o recurrir a la agresividad como una forma de defensa ante el sentimiento de inferioridad. Desde la psicología y el trabajo social, fortalecer la autoestima no es un lujo, sino una necesidad básica para promover la salud mental y el desarrollo humano. Entre las estrategias más efectivas para fortalecer la autoestima se encuentran el autoconocimiento, la reestructuración de creencias negativas, la autoaceptación, la coherencia con los valores personales, el cultivo de relaciones sanas y la celebración de los logros, por pequeños que sean. El autoconocimiento invita a reflexionar sobre las propias fortalezas y debilidades con honestidad y sin juicio. Reestructurar los pensamientos limitantes —como “no puedo”, “no merezco” o “si fallo, soy un fracaso”— ayuda a reemplazarlos por afirmaciones más realistas y compasivas. Tratarse con amabilidad y reconocer el propio esfuerzo en lugar de castigarse por los errores es un paso poderoso hacia la autoaceptación. Asimismo, actuar de acuerdo con los valores personales genera una sensación de coherencia interna que refuerza la autoestima. Rodearse de personas que respeten, valoren y acepten es fundamental para mantener ese equilibrio. En terapia, suelo recordar que las relaciones son espejos: si permitimos que otros nos traten mal, probablemente reflejamos una percepción distorsionada de nuestro propio valor. Finalmente, aprender a ver los errores como oportunidades de crecimiento —y no como amenazas a la identidad— transforma la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos. En el campo del trabajo social, la autoestima cobra un papel crucial en los procesos de intervención. Muchos de los grupos con los que se trabaja —familias, adolescentes o comunidades en situación de vulnerabilidad— presentan una autoestima deteriorada por condiciones sociales injustas: pobreza, discriminación, violencia o exclusión. En estos casos, no basta con ofrecer apoyo material; es indispensable promover el empoderamiento emocional y el reconocimiento del valor propio. Talleres de autoestima, dinámicas de reflexión y espacios de expresión pueden convertirse en herramientas poderosas para reconstruir la confianza y la identidad colectiva. La autoestima no es una meta que se alcanza una vez, sino un proceso continuo de construcción interna. Requiere compromiso, reflexión y, sobre todo, compasión. Aprender a valorarse no significa negar los defectos, sino entender que el valor personal no depende del éxito, la belleza ni la aprobación externa. Una persona con autoestima sólida actúa desde la autenticidad, respeta sus límites y se permite avanzar sin miedo al error. En definitiva, fortalecer la autoestima es fortalecer la vida. Es el punto de partida para establecer relaciones sanas, alcanzar metas personales y contribuir positivamente al entorno. Como psicólogo clínico, mi invitación es a mirar dentro, reconocerse y aprender a decir con convicción: “Soy valioso, merezco respeto y tengo derecho a crecer”. Porque cuando una persona se valora, transforma su manera de vivir y, con ello, transforma también su mundo.